Eva querida.

Siempre fuiste temerosa, los adultos te intimidaban. Hablabas poco y eras muy tranquila, con un diálogo interno constante. Cuando jugabas no hablabas fuerte, sino muy despacito, para que nadie escuchara tu juego.

Los primeros recuerdos que tengo de ti son en brazos de tu papá con el potito colgando para hacer pipí en el pasto.

Eras una chiquilla traviesa, como todos los otros niños. Pero más introvertida que el resto. Eras fanática de los objetos pequeñitos, cualquier versión diminuta del mundo te fascinaba.

Tu cuento favorito era el de Pulgarcito. Un niño tan pequeño, del tamaño de un pulgar. Te gustaba contarlo con los muñecos de fieltro de tu mamá y contárselo a tu audiencia de peluches.

Creciste entremedio de los árboles, te subías al palto, los nogales y los almendros. Jugabas con tu perrita la Laika, que tenía un ojo azul y el otro negro.

También tenías una amiguita que se parecía mucho a ti, tu amiguita Luzalem. Se conocieron en el jardín y se hicieron inseparables. A veces jugaban a cambiarse de ropa para que sus papás no las reconocieran y tuvieran que llevárselas a las dos juntas para una de las casas.

En la primavera, las dos se subían a un árbol que en primavera daba unos frutos de color rojo oscuro e intenso, parecido al de un vino tinto. En otoño cosechaban almendras y nueces que después se comían en un picnic con el resto de sus amiguitos del Kindergarten.

Al entrar al colegio hiciste amigos nuevos, te enamoraste perdidamente de un niño que se llamaba Diego, igual que uno de tus hermanos. Varias veces lo perseguiste corriendo por el patio del colegio para robarle besos. Eras muy enamoradiza, tus hermanos se reían porque cada vez que te llevaban al Súper te enamorabas de alguien.

Antes de empezar a ir al colegio, tuviste que entrar por primera vez a un Kindergarten sin tu mamá.

Tu mamá te tenía entre sus brazos y te mostró tres dedos: Primero, levantó su dedo índice y te describió a la profesora Roxana, una mujer de pelo ondulado y largo.

Después, levantó el dedo del medio y te describió a la profesora Anita, una mujer de pelo negro largo y liso, no muy alta, más bien pequeñita.

Por último, levantó el dedo anular y describió a la profesora Olga, una mujer alta, de pelo largo negro y canoso.

Tú, tomaste la mano de tu mamá, sacaste su dedo meñique y le dijiste "mi mami". Las dos se rieron y tu mamá te explicó que tenías que escoger a una de esas tres profesoras porque ya no podías ir al mismo Kinder, no si es que querías entrar al colegio. Al principio te costó aceptarlo pero decidiste por Roxana y ella fue tu profesora un año antes de que entraras al colegio.

Tu mamá recuerda ese primer día en el Kinder, la tenías bien agarrada de un dedo y ella se quedó contigo hasta que se fueron todos los papás de los otros niños. Cuando llegó el momento de despedirse, te quedaste solita de brazos cruzados, sentada en una sillita de niños, ella se asomó para mirarte por el ventanal que daba a la sala y vio caer una lagrimita de tus ojos.

Es que eras muy apegada a ella, nunca quisiste ir a ningún otro jardín.
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