¿Cómo se entiende la violencia?
Domingo 16 de abril 2023

Hoy vi por primera vez completa la película de Xavier Dolan "No es más que el fin del mundo", antes no había podido. Hay violencias que puedo tolerar en una película cuando me son completamente ajenas pero es distinto cuando se trata de un sujeto X que vuelve a ver a su familia para reencontrarse con las razones por las que se fue en primer lugar, porque puedo identificarme. Antes sentía que esta película me rechazaba por el parentesco con la historia de mi hermano mayor, el primogénito de mi familia. Pero me doy cuenta que es más que eso, es reconocer los patrones de violencia dentro de una familia y enfrentarse al paso del tiempo y reconocer que nada de eso ha cambiado.

Mi hermano mayor se fue de la casa a mis nueve años, puedo recordar la sensación de frustración y abandono, en ese tiempo era como si fuesen responsabilidad mía las decisiones que toma el resto o como si no existiesen razones separadas sobre la existencia propia, por mucho tiempo sentí que no me quería. El tiempo se percibe distinto, yo creía que no nos íbamos a ver más o que quizás se avergonzaba de nosotros, su familia. Él es artista, yo pensaba que era conocido por el mundo y a medida que fui creciendo pude darme cuenta que sus amigo/as no sabían que yo existía, ni que tuviese más hermano/as. Yo siempre fui su favorita, la hermana regalona, incluso su hija postiza. Mi hermano lo hacía todo divertido, le daba la vuelta al mundo con giros inesperados y creativos. Por mucho tiempo sentí que él era un segundo papá y mamá y que por poco me había criado.

Mis hermanos peleaban entre sí, la violencia que perpetuaron nuestros papás la repetían de memoria, como una obra de teatro. No en un sentido ingenuo o chistoso como las niñas en la escena de la película en que se disfrazan de sus papás y repiten los diálogos que le escucharon a los adultos [Cría Cuervos (1976)], sino en un sentido mucho menos ligero y denso. Es como si se forjaran dinámicas, en donde uno reconoce la debilidad del otro y por maldad, insidia o vicio, lo empuja para que se caiga y pelee con el otro.

En mi infancia crecí con la sensación de estar asustado, con miedo a la oscuridad, las arañas, los bichos, los fantasmas, los demonios, la muerte, los ladrones, los violadores, los pedófilos. Crecí entre los rumores, de quién era menos querido que el otro, más deseado o no en el embarazo.

Cuando fui más grande, las visitas de mi hermano mayor en el día Domingo eran lo más anhelado de todo. Yo esperaba para escuchar sus historias de rodaje en películas, videos, amores, canciones nuevas, poetizas, artistas.. El hecho de que se hubiese ido tan pronto de la casa se cultivó dentro de mí como una razón oculta y secreta, nunca hubo una razón en concreto que él expresara respecto a las dinámicas dentro de la familia como causante de su decisión. A medida que fui creciendo ciertas cosas se fueron develando. La figura de cuidado de mi mamá empezó a invertirse en la figura de una niña a la que había que cuidar, estoy pensando en mis 19 años en adelante. Para entonces mi papá ya se había muerto y mi hermano Diego también. Tuve el impulso por naturaleza de hacerme grande para poder cuidarla, supongo que para ella tampoco fue fácil reconocerse vulnerable y por eso decidió irse a vivir tan lejos.

Al volver de mi estancia en BsAs, me fui a vivir con mi hermano a su casa. Entonces entendí que hay cuestiones que nos hacen ser y ver vulnerables ante los otros, lo queramos o no, reconocerlo frente al resto o particularmente frente a mis ojos, los de una persona que les ha visto desde pequeño como alguien grande y admirable puede ser muy vergonzoso. Creo que hoy día lo entiendo, es un impulso humano por querer cuidarse de la exposición y preservar el autoestima o el respeto que tiene alguien hacia ti. Yo no pude entenderlo así a mis 19 años cuando mi mamá se fue lejos, sólo sentí muchísima pena y dolor al haberme quedado solo, sin papá y sin mamá a quién abrazar o acurrucarme. No tuve una figura de contención cuando me viví el duelo y es doloroso sentirse así de solo, sólo pude sobrellevar el duelo por mi cuenta sin el apoyo de ninguna presencia física cariñosa que fuese capaz de contenerme cuando sentía toda esa angustia.

Hasta hoy día siento que no existe una figura más grande capaz de contenerme y de abrazarme cuando siento tristeza, todavía siento que mi pena es demasiado grande como para ser soportada por cualquier otro ser humano que me ame. Todavía siento que vivo opacado por esa capa de tristeza.

Nadie es más grande que yo en ese sentido, pienso que quizás haber aprendido a vivir con este dolor en soledad me ha significado cultivar la capacidad de comprender el dolor ajeno y acompañar a otros.

La primera relación más larga que tuve fue incapaz de permanecer conmigo cuando falleció mi papá y mi hermano. No he conocido a nadie que sea capaz de amarme y comprender o empatizar lo suficiente como para quedarse al lado mío y quererme con todo lo que eso significa. Me cuesta muchísimo creer que pueda encontrar a alguien que lo entienda, siento que el dolor que llevo conmigo me marchitó el alma y resulta imposible concebir una felicidad propia o expresar un espíritu alegre en la vida porque no me resulta genuino. Mi tristeza y dolor es lo más auténtico que tengo y abandonarlo es demasiado difícil, no puedo ni explicarlo con palabras. Ojalá pudiera conocer a a alguien que lo entienda y que pese a eso sienta el deseo sexual e intelectual de estar conmigo. De no ser así siento que fracasé como humano, me da miedo enfrentar a mi madre y que signifique eso, la decepción de ver a su hijo demasiado dañado como para ser amado por un otro.

Yo sé que mi mamá no la ha tenido fácil, es por eso que me da miedo enfrentarla. Demostrarle mi fragilidad y que piense en mí como un fracaso. Pese a todas las circunstancias, ella ha sabido reponerse y salir adelante de cualquier adversidad. Para mí no ha sido distinto, he tenido incluso más herramientas y facilidades para reincorporarme a la sociedad, pero no me lo permito. Tengo un miedo profundo a ser visto como un perdedor, la belleza y el amor, cualidades que considero ajenas. Me persigue la melancolía o yo la persigo a ella y me resulta imposible dejarla. Soy de una forma que no es particularmente atractiva, mi sentido del humor es sarcástico y eso no le cae bien a todo el mundo. Siento envidia de la gente que resplandece con sus personalidades carismáticas y extrovertidas, yo no soy así y quizás mi mamá sería feliz de que lo fuera. Es demasiado duro enfrentarse a un hijo que no es nada de lo que tú esperas? Yo sé que nada de esto tiene sentido, pero son piedras pesadas que llevo en un saco adentro mío y si no las pongo afuera quizás no las saque nunca. Reconozco que me avergüenzo de mí mismo y de estos pensamientos pero en sí son verdaderos. Es más simple reconocerlos que hacer como que no existen y fingir que no hay nada pesado adentro por muy patético que se lea.
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